Giancarlo voltea a verme desde la cama, y se le escapa una risa prácticamente incontenible: tengo tres repisas llenas de ropa y no cabe ni un sólo gancho más en el closet.
En esos días, él suele ser paciente, ante los mil y un cambios, camisas que vuelan por los aires, pantalones que entran y salen, y los zapatos que quedan regados por el suelo, como recordatorio de que casi logramos estar listos para salir, hasta que me topo con algún detalle frente al espejo y se repite el ciclo.
Simplemente caos. Sólo eso. Esos días en los que él no está son peores. Me he mal acostumbrado ante sus ausencias ocasionales y mi histérica "falta" de ropa, a que el último visto bueno me lo de él. Ese último vistazo frente al espejo lo comparto con él a través de una foto...
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