Ayer vi Blue Valentine. La película me dejó un extraño sabor.
Una vez pasé por eso, me desperté una mañana asqueada de la perfección: el nombre de los niños elegido, el dibujo de la casa ideal y hasta el nombre del perro decidido.
Era un proyecto de vida con un chico maravilloso. Y de repente, un día sin previo aviso: puff! se acabó.
¿Por qué se agota? ¿Cómo nos engañan en la películas hablando de amores eternos, sin siquiera asomarnos, que la mayoría de la veces, las cosas pueden terminar?
Es que nos enamoramos de ese cariño juvenil, juguetón, pensando que quizás siempre sea así. Hasta que llegan los días malos y nos toman por sorpresa. Nosotros sólo esperamos los buenos
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Con Gian es diferente. Nosotros tenemos el paraguas listo por si llueve y si no, que venga la lluvia y nos empape. Tenemos guantes de boxeo para defendernos, escaleras para brincar obstáculos, dientes para morder, y un botiquín de primeros auxilios para siempre curarnos. Así que vengan malos, regulares y buenos días, que aquí estamos en pie de guerra y felices esperándolos...
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Aquí la canción de amor de Blue Valentine. No es la nuestra. Pero es hermosa:
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